Perder la cabeza

Jhon Jennigs, «Matterz of the Fact.»

 

“No tengo estómago para esas cosas”.

Philip Dick, Algunas particularidades sobre los ojos.

 

La preocupación me puede. Ayer N me dijo que perdió la cabeza por mí. ¡Es terrible, dónde habrá metido esa cabeza, qué calamidad! Yo, por lo menos, nunca perdería mi cabeza, eso sí. En todo caso, la tengo bien asegurada contra desbordes emocionales; un seguro bien caro. Entonces no sé si ayudarle a N, porque tampoco es mi culpa. Yo qué puedo hacer.

 

Lo más terrible es que, según K, N me ve y se le van los ojos. ¡Dios mío!, ¿pero cómo?, ¿además perdió la vista? Pobre N, nunca pensé que eso pudiera pasarle a uno. Y me pregunto, ¿cómo será? ¿Se le fueron los ojos de la cabeza perdida o pasó antes de la pérdida? No lo sé, qué angustiante.

 

Bueno, lo último que supe es que esto de perder las partes del cuerpo no tiene límites. Ayer N me dijo que tengo su corazón. ¡Ay!, vaya usted a saber en dónde estará ese pobre. Yo no lo vi nunca y no sé si se me refundió con tanto por hacer. Pero eso sí, para qué se pone N a darle cosas a otro. Uno tiene que hacerse cargo de lo suyo, ¿no? ¡Qué culpa tengo yo!

 

En fin, ya no hay vuelta de hoja. Hoy ocurrió algo terrible y no soy responsable ni de mis propias partes. Le dije a K: “soy tuyo”.

 

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