Protestas y violencia

Muchos dicen que partió en Europa con los movimientos de los indignados, también quizás en Estados Unidos con la gente de Occupy (añada cualquier nombre de algo que le caiga mal), ahora en Brasil crece el malestar como lo han presentado Sam en este post y  en este otro, o también ha hecho referencia a ello Brandon en consonancia con el problema del mundial de fútbol.

Pero yo quiero ejemplificar con el particular caso chileno, pues algo allí ha sido diferente, y es que el movimiento de protestas fue iniciado por niños, si niños y adolescentes de colegio, los «pingüínos» como son conocidos por el clásico uniforme escolar de camisa blanca y chaquetas y jumpers azul marino. Fueron ellos los primeros en tomarse las calles y exigir  que la desigualdad fuera solucionada y bajo promesas políticas, que todos sabemos cuanto valen, fueron detenidos por un breve tiempo. Luego universiitarios y otros grupos sociales han apoyado la causa, y han sumado sus problemas a la demanda.

Todos estos movimientos han sido presentados por lo medios de comunicación principalmente en los pequeños episodios de violencia que suceden en el marco de las protestas y junto a esto surgen las voces de quienes hacen ecos de estos retrataos tildando a los participantes de violentistas, subversivos, anarquistas, flojos, resentidos y un largo etcétera de epítetos que da a entender que justamente no entienden de donde surge esta animosidad.

Por suerte estas últimas semanas he leído dos columnas que hacen referencia a este fenómeno. La primera de ellas escrita por Mario Waissbluth, ingeniero preocupado particularmente de los problemas de la educación en Chile quien en su columna dice: «Es sencillamente repelente que en Chile cada hombre, mujer y niño del 1% más rico de la población, computando  ganancias de capital, tenga un ingreso per cápita de $2 millones de pesos diarios (sí, dije diarios, no mensuales) y que traten a los niños descarriados del 50% más pobre como delincuentes y anarquistas que hay que meter a la cárcel. Ni siquiera entienden ni hacen la conexión entre el país que han creado y lo que está ocurriendo.«. Aunque su mirada lo reduce a una variable puramente económica, esa variable en zonas como Chile se traduce en todo aspecto posible: el acceso a cultura, servicios de calidad, segregación escolar y la creación de «ghettos» de pobreza. Finalmente hay una violencia implícita en el sistema , como lo plantea el filósofo esloveno Slavoj Žižek en su texto Violence y estos actos de violencia que los meidos deciden mostrar y enmarcar son finalmente en respuesta a esa violencia constante ejercida sobre una parte de la población que ahora se está rebelando contra el sistema.

En este sentido es que hace sentido la segunda columna que se difundió a través de Tumblr, pero que proviene desde alguien que ha sufrido de la violencia sistémica y hoy analiza la situación actual desde allí. Así por ejemplo cuando habla sobre la educación: «Y algunos, contra todo pronóstico, salen adelante, llegan a la u, ¡y la terminan hueón! con sus papás endeudados hasta el apocalipsis, el cabro consigue un cartón: contador, ingeniero, pediatra, y después no te dan pega por que tenís muletillas para hablar y no cachai qué cresta pasa. Porque toda tu puta vida fue violenta contra ti y el hueón acomodado no entiende ni cómo hablai siquiera?«.

Así sucede en Chile, en Brasil, en España y otros países, la gente que ha salido a las calles es gente que está cansada de ser víctimas de la violencia que el sistema ejerce contra ellos. Los actos de «violencia» que los medios sacan a relucir son intentos de quebrar un sistema injusto, es violencia revolucionaria, no simple vandalismo, sino violencia revolucionaria, que quiere poder encontrar una salida. Existe esta violencia anti-sistémica, y todos nos apuramos a condenarla, pero la verdad es que llegó el momento de que condenemos la violencia que hemos dejado se establezca en nuestro día a día, que la pensamos natural y que algunos e empeñan en decir que es parte de la «naturaleza humana».

Los invito a leer la columna de Waissbluth aquí, pero aún más les recomiendo la lectura de la columna de Kangrejoman, y analizar como reaccionamos frente a la violencia y como a veces nos indignamos por actos momentaneos de violencia, pero no nos indignamos por violencia que nosotros mismos validamos.

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