AFF Review: La Madriguera (The Writer’s Burrow)

 

lamadriguera

Ha sido un gran día para Kurro González. Hace algún tiempo, una noticia en el periódico le inspiró para escribir un esbozo de guion que escondió en un cajón por años. Las cosas de la vida y del mundillo del cine lo hicieron conocer a Francisco Conde, un actor en busca de una buena idea. Dos fue igual a uno más uno, y la decisión muy fácil. Conde sería Carlos, un escritor que luego de una tragedia familiar ha dejado de escribir para encerrarse en su casa, y González sería el flamante director de su ópera prima. A través de un “fallido” casting (les impactó tanto su desempeño que olvidaron filmarla) encontraron a Adriana Torrebejano, la contraparte perfecta para Carlos y la última pieza para empezar a construir La Madriguera. Ella personificaría a Caterina, la aspirante a escritora que es enviada por la editorial de Carlos para hacerlo escribir como sea. Después de todo el esfuerzo que significa hacer una película (más si es la primera), Kurro González ha presentado La Madriguera en el Austin Film Festival (AFF). Se le notó nervioso y, a juzgar por los tweets que la cuenta de AFF fue compartiendo, así estuvo incluso durante los días previos. No es para menos: es el estreno mundial de esa idea que por tanto tiempo descansó en su escritorio.

La Madriguera fue filmada en Almería (España), una provincia que, debido a su variedad de paisajes y su luminosidad (es el lugar con más horas de luz de toda Europa), cuenta con una extensa tradición cinematográfica. Ahí en Almería fue donde don Sergio Leone filmó su trilogía del dinero, David Lean situó las grabaciones de Lawrence of Arabia, Steven Spielberg dirigió parte de su Indiana Jones and the Last Crusade y, más recientemente, Ridley Scott se aventuró con Exodus. Todas estas películas tienen un factor común: la familia de Fernando Contreras Díaz (director de arte y diseñador del set de La Madriguera), cuyo padre y abuelo participaron asimismo en la construcción de decorados. Y la tradición familiar se nota en esta película, pues el set de La Madriguera es tan protagonista como lo son Francisco Conde o Adriana Torrebejano. Ha sido diseñado con la suficiente prolijidad como para cumplir con todas las exigencias de un guion que basa cada una de sus líneas (y hasta su título) en el uso -o la ausencia- del espacio. El set de La Madriguera es sin duda uno de sus puntos más fuertes y memorables.

La propuesta de La Madriguera me pareció interesantísima y, a pesar que la película tiene altibajos, creo que sale bien parada. Los dos actores principales llevan completamente el peso de la historia y hacen parecer cercana una situación extraordinaria. Es muy difícil explicarse sin contar la trama, pero La Madriguera tiene un par de escenas que no están muy bien filmadas y descolocan un poco a la audiencia. En algunas de esas escenas uno se pregunta si hay algo que no entiende o simplemente es falta de claridad en la ejecución (y en mi opinión lo que pasa es justamente lo segundo). En otras, uno simplemente sabe que el director ha caído en alguno de esos clichés cinematográficos que a estas alturas ya nadie va a dejar pasar sin fruncir la nariz. Aun así, su dinamismo es atrayente, la historia te mantiene muy atento y además el mensaje tiene varios niveles de lectura. Es de esas películas que pueden ser tan complejas como el espectador quiera. Y aunque eso le juega a favor la mayor parte del tiempo, un par de escenas quedan abiertas a interpretaciones no muy cómodas acerca de algunos temas delicados como es la violencia de género. La Madriguera realmente perturba (considérense avisados),  y más ahora que miles de mujeres marchan en Latinoamérica para llamar la atención acerca del machismo que las está matando.

Dice Francisco Conde que cuando recibió la primera versión del guion de La Madriguera encerró a Kurro González en su basement durante un año. Kurro no saldría de su madriguera hasta que terminara el guion. El personaje principal de la película, en un desesperado intento por desbloquear su creatividad, también crea su propia “madriguera del escritor”. El bloqueo creativo de un escritor se ha explorado bastantes veces en el cine: The Shinning de Stanley Kubrick (basado en un libro de Stephen King), Secret Window de David Koepp (basado en otro libro de Stephen King), Barton Fink de Joel Coen o Finding Forrester de Gus Van Sant son sólo algunos ejemplos. Los escritores que no pueden (o no quieren) escribir es un tema que me resulta muy cercano y al cual he dedicado gran parte de mi vida universitaria. ¿Qué estudiante de postgrado no ha mirado la pantalla en blanco sin poder escribir ni una sola palabra de su tesis? La fuente más detallada a la que puedo referir al lector es la novela Bartleby y compañía, donde Enrique Vila-Matas investiga exhaustivamente a los que dejan de escribir (Rulfo, Rimbaud, Salinger, etc.) e indaga en los motivos de cada uno para preferir (o verse obligado a) no hacerlo. Kurro González destaca entre todos esos escritores, pues él ha terminado su historia. Lo que estaba en su cajón es ahora una película. Ha sido un muy buen día para Kurro González: ha salido de su madriguera.

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