Carles Puyol, Polivalencia y Humanidades

Uno de los grandes ausentes en esta Copa del Mundo es Carles Puyol, quien renunció al FC Barcelona dos meses atrás, provocando tristeza y a la vez admiración por la decisión tomada, ya que una de las razones esgrimidas era la necesidad de recuperarse completamente de su lesión y problemas físicos, pese a que le quedaba un año de contrato en la institución catalana. Puyol ha sido durante toda su carrera un importante referente por su liderazgo, calidad humana, y pasión por el equipo y Catalunya. Todo esto se veía reflejado en cada partido por su despliegue a lo largo del campo, por su voz y gritos a sus compañeros en momentos difíciles y su tarea como capitán dentro y fuera de la cancha. Recuerdos de este último rol son las imágenes en ceremonias oficiales donde cantaba con entusiasmo y fuerza el himno de Catalunya basado en un romance del siglo XVII. O incluso, cuando llamó a su colega Oleguer a defender la camiseta española independiente de su pertenencia primaria a Catalunya.

¿Qué sentido tiene el recordar a Carles Pujol en una revista dedicada a la cultura, artes y literatura? Para nadie es un misterio que las artes liberales o humanidades, junto a las bellas artes (fine arts), atraviesan por un difícil período en los tiempos actuales. Estados Unidos, un país caracterizado por una formación interdisciplinaria a nivel de pregrado, en el cual las artes liberales gozaban de excelente salud económica hace algunos años, está expuesto hoy a una serie de discusiones sobre la utilidad de las humanidades, la dificultad para obtener “tenure track positions” y la precariedad de ser profesor adjunto. Por otro lado, en Latinoamérica sufrimos un problema similar, pero desde una perspectiva distinta: nuestras universidades son eminentemente profesionalizantes desde el principio, dando poca cabida a la formación humanista en carreras que no son del área. Ambas realidades se caracterizan por una constante discusión sobre los problemas contingentes, lo incierto del futuro, la precariedad laboral, y el rol de las humanidades en la sociedad contemporánea. En otras palabras, un lúgubre panorama presente y futuro. Sin embargo, algo que se extraña en la discusión son las razones por las cuales artistas y humanistas nos hemos dedicado a nuestras disciplinas, las razones de tener una vocación, las expectativas que todos teníamos al empezar este camino, y la responsabilidad que nos cabe en esta situación. En este sentido las cinco cualidades que definieron la carrera de Puyol, disciplina, rigurosidad,  polivalencia, sacrificio y liderazgo, pueden llegar a ser claves en el fortalecimiento de las humanidades y las artes, tanto en Estados Unidos como Latinoamérica.

Las constantes discusiones, columnas y conferencias sobre esta realidad abordan muchos puntos; sin embargo, pocos asumen la responsabilidad que tenemos en este problema. En muchas ocasiones no hemos sabido balancear nuestra investigación, creación o actividad concertística, con nuestro deber como formadores, dejando de equilibrar el entusiasmo y la pasión entre ambas áreas. ¿Dónde está la pasión? ¿Cómo enseñamos a nuestros estudiantes? ¿Cómo contagiamos ese entusiasmo? ¿Cómo logramos que nuestro interés en la disciplina se transmita a los estudiantes en nuestras aulas? Nuestra prioridad jamás fue la alta rentabilidad económica que obtendríamos con nuestros estudios, de lo contrario deberíamos haber elegido otro camino. Tampoco fue la utilidad de la disciplina lo que nos llevó a tomar este camino y su repercusión en códigos productivos. Cómo señalaba el columnista Carlos Peña, si el discurso de la economía neoclásica se ha hecho hegemónico, sobre todo en nuestros países de Latinoamérica, es hora de que lo enfrentemos en nuestros términos, intentando quebrar esa mirada reduccionista. Debemos hacer ver que nuestras opciones no son la búsqueda del pasto más verde y la sobrevivencia del más fuerte. Nuestras respuestas están en la posibilidad de lo que las humanidades nos entregan como género humano; justamente lo que ha definido el estudio de estas disciplinas desde hace muchos siglos.

Si la pasión es el primer punto, el segundo es el sacrificio que caracterizaba a Puyol, definido por su polivalencia en el campo. En nuestros términos, la analogía puede ser relacionada con las distintas facetas de nuestra profesión: investigación, enseñanza y oficio. Ante la tentación constante de reducir la relevancia de las humanidades y las artes a conceptos que la sustentan dentro de los que podríamos llamar la lógica de “la economía neo-clásica” (como que nuestro salario estará ligado a la productividad del individuo, concepto difícilmente aplicable a nuestro oficio), el sacrificio y la disciplina en sí misma nos recuerda que la relevancia pasa por la formación del sujeto y del estudiante. En la medida que seamos capaces de enseñar a nuestros alumnos que “no sólo de pan vive el hombre”, de recordar y enseñar cuán necesario ha sido en nuestra historia una obra musical específica, el desarrollo de la poesía latinoamericana o toda la literatura del siglo de oro, estaremos en condiciones de dar vuelta el panorama. Si a esto sumamos características de liderazgo, en el cual el profesor logra obtener lo mejor del alumnos a través del potenciamiento de sus habilidades, el resultado puede ser más positivo para nuestras intenciones.

En este sentido, uno de los mayores riesgos que corremos es abordar nuestros cursos con demasiado énfasis en manifestaciones contingentes olvidando ciertos elementos que pertenecen a la tradición y que aseguran un mayor entendimiento de las expresiones actuales. Por ejemplo, en ocasiones ciertas mallas curriculares de música no preparan a sus estudiantes en un conocimiento acabado de teoría, composición y elementos históricos de períodos medievales o renacentistas, que son importantísimos debido a que estos elementos aparecen nuevamente en manifestaciones del siglo XX, con ciertas variaciones, pero claramente relacionados. Este hecho entrega razones y un mayor entendimiento y un panorama más acabado de las manifestaciones contemporáneas. Por esta razón, las guías de nuestra enseñanza deben tener un equilibrio entre la manera de entusiasmar a nuestros estudiantes, con lo que es una columna vital y necesaria de la disciplina que estamos enseñando, siendo capaces de ser polivalentes con el fin de enseñar distintas materias que siempre estarán relacionadas a nuestra área. De esta manera nuestra especialidad tiene referentes generales que ayudan al estudiante a entender el contexto.

Finalmente, en Latinoamérica debemos mejorar en dos aspectos fundamentales. El primero es aumentar la rigurosidad de investigación y de disciplina en nuestras universidades. Por un lado, debemos mirar las exigencias de las mejores universidades y programas de los cinco continentes y no sólo compararnos con la realidad latinoamericana. En segundo lugar, debemos exigir a nuestros alumnos con intensidad y profundidad, corriendo el riesgo de que la matrícula o la cantidad de alumnos aceptados en los programas, disminuya. El aumento de esta exigencia es necesario para que las humanidades recuperen el prestigio buscando paralelamente un financiamiento que no sólo dependa de la cantidad de alumnos que tiene el programa. De lo contrario, la lógica de la universidad productiva carcomerá los cimientos de las humanidades.

Como latinoamericanos viviendo en Estados Unidos, la formación en artes liberales en el pregrado de la universidad es para nosotros la oportunidad de dar relevancia a lo que más queremos. La posibilidad de hacer entender a un futuro ingeniero, médico o sociólogo la riqueza cultural del lenguaje, la literatura o la música es algo que siempre hemos soñado, y por lo que hemos discutido en nuestros países de origen. Por esta razón vemos en la enseñanza de éstas, en los cursos de servicio y no sólo en nuestra investigación, las claves de lograr que las humanidades vuelvan a donde queremos que ellas estén. Si logramos desdoblarnos, olvidar “nuestros problemas” y poner al área en el centro de la discusión estaremos en condiciones de pensar como salir de la crisis, sin  añorar los tiempos del “trivium y quadrivium”. Puyol entendió que sus habilidades y sacrificio estaban en la defensa, más que en la portería o como delantero. Equilibro su pasión, con sacrificio y liderazgo, estando dispuesto a jugar en distintas posiciones por las necesidades del equipo entendiendo que los tiempos así lo requerían. ¿Seremos capaces de hacer lo mismo?

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