Cuando la torre de marfil se estrella contra la realidad: “The lost generation of humanists”

Si se hace una búsqueda en Internet acerca del éxito o el fracaso de los programas de doctorado en humanidades en Estados Unidos en los últimos años, se corre el riesgo de terminar en total estado de depresión y desesperación. Para algunos, la situación ha llegado a tal punto que incluso se ha hablado de  “the lost generation of humanists” o “the crisis in the humanities”, argumentos que se apoyan en varios estudios acerca del nivel de satisfacción de los estudiantes de doctorado a través de los años. El boletín EDA, por ejemplo,  presentó en el 2000 una investigación  titulada “PhDs Ten Years Later” que refleja la trayectoria y el desempeño de PhDs en inglés a lo largo de varios años. Un artículo más reciente publicado en junio de 2014 en el The New Yorker titulado “Fixing the PhD”, aborda este tema y ve como problemas principales la gran cantidad de estudiantes que ingresan a programas de doctorado, el tipo de programas que ofrecen las universidades, y la reducción del job market.

 Las conclusiones llevan todas a lo mismo. La primera y más común es repensar los programas de posgrado y la manera en que se escriben las disertaciones para hacer investigaciones más comprensibles y con más alcance para un público en general, entre el cual se encuentran potenciales empleadores. Otros proponen la diversificación de expectativas de empleos, de tal manera que el Tenure Track no sea la única meta a seguir sino que se consideren también empleos como administradores académicos o en organizaciones no lucrativas o las muchas otras áreas que hay en el mercado. Algunas universidades buscan desarrollar el nivel de competencia de los alumnos dándoles responsabilidades como si fueran junior colleagues para entrenarlos de una manera más práctica para salir al mercado.

Otra idea, además de repensar los programas de estudio, es que los estudiantes vean el valor agregado que tiene las diversas habilidades que desarrollan a lo largo de los años tales como: estrategias metodológicas, ver el mundo de manera interdisciplinaria, disciplina, compromiso y hasta la terquedad, mismas que pueden ser utilizadas de una manera más práctica y más creativa como sugiere Slate. Es decir, no desechar la idea de estudiar un posgrado sino, desde un inicio, verla a través de una lente diferente a la que se ha usado tradicionalmente.

Definitivamente lo que yo agregaría como prioritario es repensar la red de contactos que se generan a lo largo de los años de estudio y, en lugar de verse como competidores potenciales, establecer colaboraciones que ayuden a generar proyectos de diversas índoles, algunos con un perfil de desarrollo de comunidades como http://www.lapoderosa.org, o pensar en otros más enfocados a la fundación de empresas, organizaciones lucrativas o no lucrativas, institutos, escuelas, casas editoriales, proyectos en colaboración con el gobierno o con instituciones de enseñanza, entre otros. Tal vez la respuesta consiste, además de todos los cambios que se pudieran hacer en los programas de las universidades y en el MLA, en imaginarnos como una gran comunidad con la misma problemática y con capacidades similares.

El valor de un PhD en humanidades es incuestionable en todos los aspectos, así como la capacidad de los estudiantes para general ideas grandiosas. Pensar, diversificar, replantear, parecen ser las nuevas key words que tienen que regir nuestro trabajo al inicio, a lo largo y hasta el fin del doctorado.

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2 comentarios

    1. Aunque yo no contribuyo en él, para mí uno de los mejores modelos es La Poderosa, que surgió de estudiantes del Departamento de Español y Portugués para trabajar en el Cono Sur. Sería excelente que otros lectores compartieran si conocen otros proyectos de colaboración.

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