Un cuarto de hotel cerrado: Una reseña de Contratiempo (FantasticFest)

Ya, sé que es un poco tarde pero todavía me queda mucho qué decir de mi experiencia en Fantastic Fest y de sus películas. El martes 27 me senté a las 5:00 de la tarde en lo que sería mi primera película del día a ver Contratiempo (2016). Nuevamente la industria que trae esta película española al mercado estadounidense se lució con la traducción del título a The Invisible Guest.Así, desde el primer momento devela uno de los ejes sobre los cuales se construye esta historia. Contratiempo es la última película del guionista y, en este caso, director catalán Oriol Paulo, quien alcanzó renombre con sus películas El cuerpo (2012), por la cual fue nominado al premio Goya como mejor nuevo director, y Los ojos de Julia (2010) de la cual fue guionista.

Le película parte con Adrián (Mario Casas), un joven y exitoso empresario, que despierta en un cuarto de hotel acompañado del cuerpo muerto de su amante, Laura, en una escena que sólo lo puede tener a él como culpable, pues está encerrado en un cuarto con llave. Flash-forward, y estamos en el proceso judicial en el cual Adrián está  preparando su defensa en el juicio por el asesinato de su amante. Ha contratado un muy buen abogado, y éste lo ha puesto en contacto con “la mejor preparadora de testigos”, Virginia Goodman, para asegurarse de ganar el juicio. Goodman llega al apartamento de Adrián para preparar su testimonio y, por medio del interrogatorio al que lo somete, poco a poco se nos va revelando la verdad del caso. Todo parece estar relacionado a un momento en el pasado en el que Adrián y Laura se vieron envueltos en la muerte de otro joven debido a un accidente de tránsito en una de sus escapadas románticas.

Lo que parte como un misterio de cuarto cerrado (Locked-room Mistery) en un momento toma otros caminos en la película gracias a la agresiva técnica de preparación de testigos de Goodman., y el misterio que le dio inicio a toda la trama, ¿Quién y cómo mató a Laura?, pasa a un segundo plano para descubrir los pormenores de ese segundo caso que se nos revela como el antecedente de todo y la clave para resolver el misterio inicial de ese cuarto de hotel. La narrativa de la película es un viaje a través de las diferentes versiones que presenta Adrián a Goodman revelando, muy de a poco, los detalles que conforman este caso. Incluso en ciertas ocasiones se nos muestra la misma secuencia más de una vez pero con cambios, cuando Goodman descubre a Adrián en una mentira.

Creo que eso es todo lo que puedo revelar en torno a la película sin arruinar los ejercicios propios del género de misterio. No es fácil escribir una historia de misterio de cuarto cerrado inteligente en estos días, especialmente con precursores tan fuertes como Poe, Christie o Conan Doyle, pero Paulo lo logra hasta cierto punto. Ahora bien, creo que la construcción de múltiples versiones de la verdad, que se van tachando unas a otras, funciona mejor por escrito que en la puesta en cine. El hecho de que se nos presenten las escenas de las mentiras construidas por Adrián, o las diferentes versiones que expone Goodman sobre los dos casos, rompe el compromiso de verdad que se establece en general con el género fílmico. Al ser presentadas de forma visual, las versiones son tomadas por verdad, y cuando son borradas por una nueva versión parecieran no quedar como un backgorund  discursivo, sino que son ignoradas como se ignora a un niño al que se le pilla mintiendo. En eso no he logrado llegar a un acuerdo conmigo mismo, si esto le suma o le resta valor a la película: mentirle a tu audiencia es una técnica osada, por decir lo menos, porque la conjetura discursiva clásica de la narrativa literaria de misterio queda o en el lector o en personajes secundarios,  quienes ofrecen versiones posibles. Pero siempre es el detective quien tiene y sabe la verdad que es revelada finalmente. En Contratiempo, todas las versiones y posibilidades son mostradas en su totalidad. No se engaña al espectador para que siga una ruta que no corresponde, se le miente abiertamente. Se le muestran historias que nunca existieron para luego borrarlas. En ese riesgo aplaudo a Paulo, simplemente por la valentía de construir mentiras en un medio que evoca objetividad.

Creo que mi mayor crítica a la película está quizás en las escenas finales, pues a partir de la mitad de la película el “descubrimiento” final se hace obvio. Por eso mismo, las escenas que explicitan este vuelco se vuelven innecesarias y hasta cursis. Estas escenas parecieran estar presentadas por si acaso hay alguien que o no ha sido capaz de entender la historia o se ha perdido en los múltiples vuelcos, retornos, versiones y reescrituras de las narraciones. Pero si has seguido el ritmo y las propuestas de la película con atención estas escenas parecen condescendientes, menospreciando al observador, no agregan nada más que una solapada ofensa al espectador. En fin, el trabajo de Paulo funcionó bien en su género de misterio, pero construyo un castillo de naipes: complejo, asombroso, pero al mismo tiempo frágil, y luego torpemente golpeó la mesa sobre la cual lo había construido. Pero ¡ey! A veces es también hermoso ver las cosas desplomarse.

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