Ir al teatro: lo que necesitan los que prometen acabar con la violencia contra las mujeres. El fenómeno de la escena teatral en el Norte de México

«No oyes qué se acercan». Marina Herrera. Dir. Efrén Estrada.

Podría decirse que una de las promesas que más se escucharon en las campañas políticas en México en este 2018 fue la de acabar con la violencia contra las mujeres. Los partidos y candidatos hablaron enfáticamente de ser ellos la solución para “erradicar” y “dar combate frontal” a uno de los problemas que penosamente ha puesto al país como uno de los “lugares más peligrosos en el mundo para ser mujer” (Nina Lakhani The Guardian, 15/4/2015) y con una de las peores estructuras legales para proteger los derechos de las niñas y las mujeres contra violencia doméstica (World Report 2018, Organización Panamericana de la Salud). Los datos sobre esto son abrumadores. El Sistema Nacional de Seguridad Pública y el INEGI, por ejemplo, dictaminaron un incremento en los últimos años del 72% en las denuncias de casos de violencia, aunque de acuerdo con el Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio, solo el 25% de ellos son investigados. Dentro de los estudios UNICEF, México puntea con una mayor cantidad de embarazos de niñas entre 10 y 14 años. El diario El País se refiere a una “epidemia” que va en aumento día a día (Daphnée Denis 03/9/2017), dato que se ha venido confirmando desde la década de los noventa, a tal grado que surge la necesidad de acuñar en tierra mexicana el término “feminicidio” (Marcela Lagarde) para denominar los crímenes de odio en contra de las mujeres.

Cansada de esta situación, la sociedad civil se ha organizado para reclamar el derecho que tienen las mujeres a una vida segura y digna, denunciando ya sea en la brevedad del Twitter como en #MiPrimerAcoso o en movimientos como #NiUnaMasy “Vivas las queremos”. En el centro y Norte del país, una de las zonas más lastimadas por este problema en los últimos años, han surgido grupos como “Colectivo Río de Mujeres”donde catedráticas e investigadoras del grupo “Mujeres en la Ciencia San Luis Potosí” salieron a las calles a exigir justicia. Pero las acciones parecen ser insuficientes para prevenir, resolver y atacarla problemática en su raíz, y para hacer una reflexión más a fondo de un fenómeno que requiere dimensionarse desde diversos ángulos y a través de múltiples matices.

Marina Herrera (Saltillo 1977).

Prensa, medios, campañas, estadísticas participan de un diálogo desmesurado que deja afuera una voz fundamental: la de la literatura. Es la voz del reportaje de fondo, la novela, el cuento, la poesía y el drama la que aborda el tema en su más amplia, profunda, e íntima expresión. La literatura proporciona claves para rastrear sus causas y no solo sus efectos, mostrando las tragedias comunes e individuales, así como los mecanismos de validación y normalización del acto violento, las formas en las que opera en la sociedad y las secuelas que deja a nivel individual, regional y nacional. En ella está el medio de ingresar al espacio que más hermético ha permanecido en nuestra sociedad y endonde se gesta la raíz más importante de la violencia de género: el doméstico.

Tristana Landeros (San Luis Potosi 1974)

La temática de la producción literaria en el Norte del país ha mostrado en los últimos años el interés del os escritores en abordar y denunciar el tema, como el caso de la “narco novela” o la poesía. Sin embargo, poco se ha dicho del cambio que se está dando en la escena teatral, en donde se observa un incremento en obras ricas en símbolos y metáforas que muestran la violencia a través de una mirada directa u oblicua. En Coahuila, donde cada día se atienden 20 a 25 mujeres por problemas de violencia física o psicológica, se ha organizado el grupo“Los niños de la década”, conformado por niños y jóvenes que utilizan obras clásicas para actualizar problemáticas de género. En otros casos, los grupos de teatro utilizan historias como la inquisición y la persecución de brujas, para hablar de mujeres desaparecidas, corrupción y la supresión de la libertad, como en “¿No escuchas que se acercan?”de Marina Herrera; o las relaciones de sororidad para denunciar la homofobia dentro de los propios hogares con“Sé hombre y dispara”de la misma dramaturga.Otro ejemplo es Chimpancé: una máquina biológica”de David Colorado, dirigida por Patricia Estrada, que utiliza el símil de los monos para abordar la crueldad y la violencia. El caso de “Perros contradictorios devoran mi cadáver”, de Tristana Landeros, dirigida por Mabel Garza, muestra la problemática de la autoviolencia infringida y las problemáticas relaciones intrafamiliares. Verónica Musalem pone sobre la mesa el tema de las mujeres migrantes en su obra“Nueva York vs El Zapotito”, y Lucía Sánchez complica el papel doméstico de la mujer y los conflictos que la imposición de determinados roles causa en la mujer, en “La madre pacheca”. La decisión de directores como Juan Antonio Villareal, Efrén Estrada y Edmundo Zárate de seleccionar obras de este tipo al público habla de su compromiso en profundizar en el tema y de hacer una reflexión más contundente y eficaz acerca del falso empoderamiento que se le atribuye de manera general y generalizada a las mujeres mexicanas, la peligrosidad del espacio privado, la falta de oportunidades, los problemas de la dependencia económica, el precario acceso a la salud sexual, la debilidad de las instituciones, o las fallas de un sistema educativo que sigue sin ayudar a formar generaciones con una formación más integral en cuanto a lo social.

Perros contradictorios devoran mi cadáver. Tristana Landeros. Dir. Mabel Garza.

No queda duda de que las promesas de campaña y los proyectos propuestos para acabar la violencia contra las mujeres son fundamentales, pero creo que este sería el momento para que todos volteemos la mirada a nuestra escena teatral y nos acerquemos en general a la literatura. La lectura larga, pausada y atenta, de las obras contemporáneas nos ayudan como lectores, sociedad civil, políticos, y estudiosos del tema, a hacernos las preguntas correctas sobre una serie de problemáticas que se tienen que resolver y prevenir de fondo, así como a reconocer que la violencia se origina en las violencias y en las microviolencias, dañando el tejido social de manera irreversible. De no adentrarnos en los pliegues y sutilezas de estas problemáticas corremos el riesgo de no localizar cuáles son los paradigmas que se deben cambiar, cuáles con las leyes que se deben implementar, y de qué manera se pueden crear condiciones sólidas y sustentadas para lograr un cambio a inmediato y largo plazo,que evite que las niñas, jóvenes y mujeres mexicanas sigan en un estado de indefensión y riesgo constante.

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