Tengamos paz (o sobre la fiesta de Independencia en Costa Rica)

El 13 de septiembre es día de la Independencia en Costa Rica. Las calles están repletas de faroles y de gente celebrando, de chiquitos en desfiles, de bandas en las calles. ¡Feriado! ¡Qué rico! Yo, por vivir fuera de mi charco, igual tengo que ir a bretear, pero saco el tiempito para dejarles unas pocas palabras.

En el extranjero, cuando a uno le preguntan de dónde es, siempre le dicen al enterarse “¡Ah, dicen que Costa Rica es precioso!” o “Ustedes no tienen ejército, ¿verdad?”
Ambas frases encapsulan hechos. Sí, Costa Rica tiene toda una gama de maravillas naturales impresionantes. Y sí, también, ya hace más de medio siglo que Costa Rica no tiene ejército. Eso todo el mundo lo sabe. Lo sabe la gente de Latinoamérica que me topo y lo sabe la gente de Asia, de África, de cualquier rincón del mundo. Y es que la identidad costarricense no solamente mira hacia adentro, sino que se proyecta hacia el mundo. Claro, en Costa Rica dependemos del turismo de una manera indudable, y el Estado ha forjado una imagen de Costa Rica país-seguro-de-brazos-abiertos-paraíso-terrenal-y-de-ahí-pa’rriba que es muy bonita, muy pintoresca, muy pura vida.

En los objetos culturales populares está inscrita no solo esta imagen sino también esa mirada hacia fuera que es, a mi parecer, un componente central y a la vez confuso de la relación con nuestra identidad nacional. Solo prestando atención a producciones recientes podemos ver esto. Todos los ticos vimos “El Regreso” de Hernán Jiménez. Todos nos reímos con el Gringo Pinto. Muchos elogiamos la canción de Yaco (que apuntó a las cosas que nos hacen ticos y también punzó de manera interesante algunas de sus contradicciones). Todo el mundo vio el video de Gonín y los Ajenos haciendo el bailecito de la playa montaña y sol con Wilmer López, el Chunche, y el Porcionzón. Eso por nombrar algunos ejemplos. Y obvio, yo hasta hoy escucho en mi cabeza la voz de Kristian Mora narrando los penales contra Grecia gritando “¡Keylor!”, y bendiciendo la hora en que parieron a Michael Umaña.

Nosotros sabemos que tenemos playas a cachete, que el turismo es un pegue en Costa Rica, que los volcanes, que los bosques, etcétera. Pero por alguna razón parece que muchas de las canciones que salen cuyo tema de fondo es “ser tico” tiene que recordárnoslo a nosotros mismos, con el hecho de que Claudia Poll ganó una medalla, de que Franklin Chang fue astronauta y de que llegamos a cuartos. Pero eso a ninguno de nosotros se nos ha olvidado. Más bien queremos que se enteren: que los otros lo sepan y nos admiren. A nosotros. En fin, es sobre esta proyección hacia fuera, este despliegue de lo tico, que quiero hablar un poco.

En estos días salió un video. Es un arreglo de la canción “Soy tico” con artistas nacionales encaramados en reventaderos en las playas de Limón, tocando piano en plácidos campos de girasoles o guitarra en balsa, y – Dios guarde falte – frente al estadio nacional. La canción (de Carlos Guzmán, del grupo Gaviota) es de 1995, y ya ha sido empleada como estandarte de lo que es ser costarricense en el pasado. La letra, a grandes rasgos, nombra símbolos patrios, habla de la belleza natural del país, y de la sencillez del costarricense, del “calor” que le demuestra a “un amigo forastero.” El video —patrocinado por Teletica— nos muestra a artistas nacionales interpretando la canción en playas, ciudades, plazas y lugares icónicos del país.

Hoy es 15 de setiembre y de punta a punta de la nación celebramos que somos costarricenses. Teletica nos pone imágenes bellas, no solo de naturaleza, sino de ticos afros, indígenas y mestizos cantándole a su patria. Apuntar al propósito homogeneizante y político del nacionalismo no es a lo que vengo. Tampoco criticar a artistas nacionales por pulsearla. Muchísimo menos argumentar que celebrar a una Costa Rica multicultural está mal. Al contrario, bendeciré el día en que “el tico” se alegre de verdad de que no somos todos iguales.

Muy lindo, sí, poner un pedacito de la canción en lengua maleku y decir ante nosotros mismos y ante el mundo “¡Costa Rica es un país diverso, con culturas originarias!” Pero no pensamos en cómo aceptamos como hechos irreversibles y normales el que se perpetúe la violencia, categóricamente basada en parámetros raciales, hacia comunidades indígenas en el país y que se irrespeten las leyes respectivas a sus tierras. Qué bello, claro, ver a las poblaciones afro y poner de fondo frases en idioma criollo, pero qué rápido se nos olvida que su representación en los aparatos del Estado es mínima. Que la que hay está constantemente sujeta a críticas que desprecian esfuerzos para visibilizar y defender dichas poblaciones, sin mencionar cómo tratamos y hablamos de ‘El negro’. Claro, cualquiera ve ese video y dice “Y mae, Costa Rica sí que es tuanis” y se le infla el pecho y se memoriza la bomba y le arrima un huipipía y se cree que su gente es amable y su pueblo es querido, como nos recuerda el flow de Gonín en el video. Y sí, por supuesto que le demostramos nuestro calor a los forasteros. Siempre y cuando sean machos y de ojos azules y hablen el inglés que nos metemos a estudiar para entrarle al turismo, pero no si el “forastero” es de otro país de Centroamérica porque ahí solo hay mareros y más “indios” que en nuestro país. Mucho menos si el “forastero” es nica, aunque de hecho tenga toda la vida de vivir en nuestra casa y cuidar a los chamacos y hacer el almuerzo y el oficio.

Estos no son problemas que solo existan en Costa Rica. Usted no se levanta todos los días diciendo: voy a salir a odiar a la gente que es diferente a mí. Muy probablemente, usted se levanta todos los días a pulsearla. Siga haciéndolo. Hoy, que es feriado, vaya a echarse el desfile, aplauda, regocíjese, reúnase con la familia, tómele fotos a su chiquito con el farol. Sea feliz. Tenga paz. Pero analice, no crea en la Costa Rica de Teletica, donde todo es perfecto. Tenga presente que la paz es algo que lleva trabajo, que el “calor” y el “alma sencilla” del tico no son un milagro de Dios. Son una decisión suya de todos los días. Hacia el extranjero, nuestro país es un país donde vive la gente más feliz y donde todo el mundo quiere ir a pasear. Les decimos que somos pura vida y que los recibimos con brazos abiertos.

Pero, ¿diay? ¿y nosotros?

Nosotros ya sabemos que hay ticos que han hecho cosas importantes. Sabemos que le ganamos a Italia. No necesitamos que nos lo recuerden en canciones. Ahora hagamos cosas importantes nosotros, en nuestra existencia cotidiana, con nuestro prójimo, el que tenemos al frente. Seamos pura vida con nosotros mismos, no solo con los extranjeros. El Estado ya se ha encargado de que el mundo nos vea de una manera atractiva. Reflexionemos cómo nos vemos nosotros a nosotros mismos. Concentrémonos un poquito en lo interno, no solo en lo que exportamos y decimos, sino en cómo actuamos, en cómo respetamos o no. ¿Está orgulloso de ser tico? Bueno, esté orgulloso. Pero esté más orgulloso de reconocer los tajos que dividen a nuestro país, de no ignorarlos, de decirle al compa cuando le falta el respeto a alguien, de inculcarle a sus hijos que si de verdad “todos somos ticos” es porque todos somos. Esté orgulloso. Yo le doy permiso.

Cuando lea esto y sienta que le pellizcan un huevo, no se enoje conmigo, no me mande a mí a la mierda. O si quiere, hágalo, pero mande primero a la mierda —o piense en mandar a la mierda, en reconocer y oponerse a— el racismo, la discriminación, la intolerancia, el valeverguismo. O sea, cáguese en mí porque le caigo mal, por juega’e loco, porque hablo como si yo fuera un santo, que no lo soy. Pero piénselo. Y piense, cuando ande en bus, cuando ande en Chepe, cuando vaya por el barrio —más que todo hoy que va a estar llenito de banderas como si hubiera ganado la sele— piense un toque en cómo está la vara, y no deje que lo escondan detrás de un velo de felicidad y armonía que usted muy bien sabe no existe.

Tenga paz, claro. Y contribuya a la paz del otro. Mejor dicho: tengamos paz.

 

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