Estoy en una relación complicada

“Si, como yo, estuvieran en una relación complicada, ya habrían leído Cruel Optimism de Lauren Berlant y sabrían que la fantasía de la buena vida es una metáfora de una caja vacía”

Por Dinorah Cossío

Estoy en una relación complicada. Mi relación es más compleja que ninguna, más exigente, incluso letal. Solo me consuela saber que tiene fecha de caducidad. Aunque si me paro a pensarlo, quizás eso complique aún más las cosas y me haga estar más alerta, más presente, ser más consciente de la posibilidad de fracaso. Tic-tac, se acerca el final. No he podido evitarlo: he perdido media hora en el desayuno, diez minutos mirando el email, otros diez decidiendo si me quito el pijama, si podría vivir en pijama en otros escenarios posibles. Las digresiones no tienen límite y, aunque las notas al pie tengan mala fama, son una parte fundamental de esta relación. 

Una nota al pie en el cuerpo del texto: una vez acepté ver un capítulo de Black Mirror en el que no aparecían cerdos, ni presidentes, ni niñas con madres controladoras. En esta especie de mundo del Tinder distópico, los protagonistas contaban con una app que predecía el final de las relaciones. Solo los más despiertos, los más aventureros, conseguían romper el círculo y lanzarse al mundo de lo desconocido e impredecible. Si, como yo, estuvieran en una relación complicada, ya habrían leído Cruel Optimism de Lauren Berlant y sabrían que la fantasía de la buena vida es una metáfora de una caja vacía. Su final también es predecible.

En realidad, quiero una disculpa que justifique el esfuerzo. A veces me imagino al presidente pidiéndome perdón por el paro juvenil (ya tengo muchas canas), a los hipotéticos actores del cambio climático llorando por el verano eterno y el invierno gélido (no he dejado de volar en avión), a los anti-vacunas pinchándose con jeringuillas oxidadas (¿me vacuné contra la gripe?), a los presentadores de los programas de televisión basura leyendo sobre el imperativo categórico (a mi también me aburrió), a mis futuros dolores de espaldas atiborrándose a pastillas y a yoga (siempre estoy tirada por los suelos). Me imagino llegar por fin a alguna parte. Desde 2015 sabía que esta relación tenía fecha de caducidad, lo pone en mi visa: válida hasta junio de 2020. A veces la miro a ver si cambia sola y no tengo que volver a pagar trescientos dólares, ni a mancharme de tinta las huellas dactilares. Si todo va bien podemos prolongarla un año más y, cuando, por primera vez la presente ante el mundo, la defienda y la justifique de todos los vacíos teóricos, comas y ausencias, habremos roto. ¡Hemos vivido tantas cosas juntas! La he querido de forma consciente y reiterada. Todos los que me hablan de poliamor no han terminado aún sus tesis. Tesis, solo hay una.

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