En Arrival (2016) el director Denis Villenueve explora cómo enfrentar como humanidad, y con humanidad, el encuentro con otro desconocido y las desconfianzas que esto puede gatillar. La película comienza con un breve relato de la vida de la protagonista el crecimiento y la muerte de su hija para luego hacer un salto hacia su vida como académica dedicada a la lingüística en una universidad estadounidense. Allí se descubre por primera vez el escenario en el que se sitúa toda la película: 12 naves extraterrestres (básicamente unos pepinos voladores situados en posición vertical) se han estacionado en doce países diferentes del globo y esfuerzos militares de cada país están tratando de lidiar con la situación desde diferentes perspectivas. Como casualmente la doctora tiene Autorización de seguridad del ejército por un trabajo anterior que tiene que ver con Medio Oriente, la reclutan para que vaya a hablar con los extraterrestres.
De aquí en adelante la película se mueve entre las clases de Inglés como Lengua Extranjera para Alienígenas y clases de Escritura Circular Alienígena para Hablantes de Inglés y los saltos temporales hacia la historia de la hija de la protagonista. Estos episodios parecieran suceder como un síndrome de estrés post-traumático en la doctora pero la verdad es que nos van revelando las claves para desarmar el misterio de la película: Mami, ¿Qué será lo que quiere el alien?
Desde una tradición de películas con pulpos mutantes que vienen del espacio esta película intenta darle un vuelco al plantearnos la necesidad de buscar una salida pacífica al momento de mayor tensión que ha vivido la tierra desde que en los noventas tuvimos que elegir si éramos fans de Cristina o de Britney. Mucha de la construcción de la película nos remite al clásico de Spielberg Encuentros cercanos del tercer tipo (1977): el énfasis en la comunicación con los extraterrestres como una herramienta primordial ante este tipo de situación, la figura de un padre ausente sobre la cual se construye el desarrollo emocional de la película e incluso parte del diseño sonoro de la película.
Me detengo un poco en este último punto pues encontré bastante interesante las decisiones sonoras que se tomaron para contar la historia. Más allá de un par de piezas sinfónicas suaves para ciertos momentos emocionales fuertes, el acompañamiento musical es prácticamente nulo o muy sutil, para que pase desapercibido durante la mayor parte de la película. Luego en lo que es una apuesta arriesgada existen un par de piezas cantadas en las cuales las voces no construyen palabras sino sonidos, tratando de transmitir una idea de la posibilidad de un mensaje más allá del lenguaje, jugando un poco con la premisa de la película. Esto en general en la película me pareció bien logrado, excepto por un par de momentos donde la música parecía buscar transmitir un sentimiento de “incomodidad” pero que por el volumen mismo de la música pasaron a ser derechamente de molestos.
En general es una película interesante aunque a veces se asome por ahí algunas fallas que cuesta perdonarle: la narración en off de entrada y salida de la película hechas por la protagonista, por ejemplo, infantilizan al espectador como si este necesitara que le diesen más pistas de algo obvio que está en la película; el deus ex machina de la llamada final igualmente; o el hecho de que el único de los doce países donde vemos constantes protestas y destrucción en las calles tenía que ser Venezuela, el país latinoamericano involucrado en todo esto. Este último caso es quizás un poco rebuscado, pero viniendo de Latinoamérica la representación del territorio es un problema que igual no se puede dejar pasar fácilmente en producciones como estas. Pero bien, como dije, son pequeñas fallas que aunque no hacen que la película sea mala si le duelen a uno como audiencia.