Es sorprendente leer como en las grandes conferencias abundan las mesas de discusión acerca de nuestra labor como humanistas (o parte de las Liberal Arts como se usa por estos lares). Cuestionamientos sobre el futuro de nuestra academia, las «vías alternativas» y tantas otras cosas que intentan referir al mismo problema pero desde diferentes perspectivas. Y no es que no haya cierto nivel de crisis, es más el sistema actual está forjado sobre la noción de la crisis permanente, con generaciones de 16 egresados de un programa dentro de los cuales cerca de la mitad obtiene trabajo, pero incluso dentro de esa mitad sólo el 50% de ellos es «promocionado» por el programa en cuestión en una especie de vergüenza por aquellos que no quedaron en universidades de grandes nombres.
Y así retratamos la crisis, cada día hay menos trabajo para los doctorados en humanidades, pero no cualquier trabajo, trabajo digno de ser puesto en primera plana, los que permitirán vender mejor el programa y así mantenerlo vivo, agonizando pero vivo, conectado a un respirador artificial, con trozos biónicos mal conectados, pero «vivo
No es que las humanidades no hayan sabido adaptarse al cambio de los tiempos, como muchos parecen creer promocionando «digital humanities» o como leí hace poco «Neuro Crit. Lit» como salvavidas de las humanidades. No, el problema está en que las humanidades decidieron adaptarse a ciertos tiempos y dinámicas que no coinciden con el campo en sí. Creo que para nadie es sorpresa la tendencia hacia la izquierda que tienen en general los programas de humanidades, y aún así yo me pregunto ¿Por qué aceptan responder a la pregunta sobre la utilidad de las humanidades?.
Las humanidades no son útiles, en el hecho de que no deben servir un fin, sino ser un fin en sí mismas. No hay una utilidad detrás del analizar una obra de tal o cual autor, o investigar sobre uno u otro episodio histórico: nuestras investigaciones no son de extrapolación, no establecemos modelos predictivos, producimos conocimiento por el simple valor que el conocimiento en sí tiene. El problema fue que en la adaptación a los tiempos aceptamos el utilitarismo como eje y pretendimos funcionar en lógicas de consumo: para subsistir como humanistas necesitamos demostrar que somos útiles a la sociedad de consumo ¿Y dónde quedaron esos espíritus de izquierda?.
Decanos, jefes de departamento, supervisores y consejeros juegan un rol en esta ansiedad de utilidad, borroneando su estrellita roja para que no se note la hipocresía, y jugando con números en vez de seres humanos (¿No éramos humanistas?): de un 100% posiciono a la mitad, pero de esa mitad muestro sólo el 50% para de esta manera mantener mis fondos… ooh y también volver a ingresar de forma poco ética un número de nuevos estudiantes casi igual al 100% original, no importa que no pueda asegurarles trabajo, o ni siquiera un espacio en la portada si lo obtienen al final de su carrera, son números, cifras; se pueden retocar, hacer que se vean bonitas, para no perder dinero, para poder mantener carreras abiertas.
Le hemos dado la espalda a lo humano y al conocimiento, hemos sido adaptatiticios donde no corresponde serlo, somos una izquierda malograda, como las que hoy sobreviven en Sudamérica. No estoy abogando por purismos, ni ideas de que las cosas no deben cambiar, pero si por entender que el cambio debe hacerse en conciencia de lo que se está haciendo. Si las humanidades han de morir será en las manos de los propios humanistas que dejamos de mirar a lo humano y al conocimiento y nos rendimos al utilitarismo. Si hay que hacer lo posible por hacer sobrevivir este campo, si andamos vendiendo nuestra utilidad para mantenernos a flote, yo me quiero hundir con el barco humano ahora y que Trotsky me pille confesado.
Un comentario
Un ensayo excelente James. Aunque yo diría que las humanidades realmente no sabe como adaptarse al cambio de los tiempos. Por eso, definir las «digital humanities» resulta tan dificil.