Cuando en 1995 Laura Bush, en ese entonces la primera dama de Texas, y Mary Margaret Farabee fundaron el Texas Book Festival no se imaginaron que estaban iniciado una de las ferias más importantes de los Estados Unidos. En los veinticuatro años de su existencia ocupa hoy en día uno de los diez primeros lugares en los Estados Unidos al lado del Boston Book Festival, Los Angeles Times Festival of Books, y el National Book Festival de Washington, también fundado por Laura Bush —pero ya en su papel de primera dama del país— y uno de los veinticinco a nivel mundial. El Texas Book Festival recibe alrededor de 50,000 visitantes, más de 300 autores, y alberga más de 100 carpas exhibiendo y vendiendo libros. Abre con ello muchas posibilidades para los lectores, para primeros o consagrados autores, así como para casas editoriales y especialistas. Los alrededores del capitolio de la ciudad de Austin se convierten en una gran ágora que celebra las letras de una manera pública y gratuita para todos los que la visitan.
Las obras seleccionadas para participar en el TBF, como se conoce por sus siglas, pasan por un largo proceso. Además de su calidad, deben haber sido publicadas o traducidas al inglés en el año de la feria. Y aunque la finalidad inicial fue promover a escritores de Texas, hoy en día tanto obras como miembros del comité de evaluación provienen de diversas partes del país. El aspecto literario de la obra es fundamental, por lo que libros de autoayuda y manuales no son considerados. El Michener Center for Writers de la Universidad de Texas, Austin, fundado en 1990, ha colaborado históricamente con el festival con moderadores, invitados y alumnos egresados de este renombrado centro. Este año será el turno de Lara Prescott con su esperada primera novela, The Secrets We Kept. La novela está basada en la Guerra Fría y aborda el tema de cómo la novela Doctor Zhivago, de Boris Pasternac, se utilizó como propaganda en ese periodo de la historia.
Los invitados
La edición 2019 también será recordada por una importante presencia de autores Latinx, mexicanos, del caribe y latinoamericanos. Esta es una muestra de la apertura de nuevos espacios para ellos, de la relevancia que están tomando en el mercado y la conversación. También da cuenta de una postura incluyente en donde las instituciones culturales, económicas y sociales legitiman el valor de este importante grupo de escritores y lectores. Oscar Cásares presentará con su último libro, In Translation: Telling Stories in More Than One Language; Norma Elía Cantú con Cabañuelas; Martha Cotera presentará Voices From the Ancestros; Jennine Capó Crucet presentará My Time Among the Whites; Kali Fajardo-Anstine con Sabrina & Corina; Ivelisse Rodriguez presentará su Love War Stories 2019, finalista del 2019 PEN/Faulkner Award.
En el grupo de escritores de origen mexicano están, entre otros: Cristina Rivera Garza con The Iliac Crest, Gabriela Couturier y su Siempre un destierro, así como Liliana Valenzuela hablando de su traducción del libro de Sandra Cisneros Puro Amor. Algo parecido sucede en la sección para niños y jóvenes como Alba Letycia Bautista y El mundo de Zaphirah; René Colato Laínez, My shoes and I/Mis zapatos y yo; y la presencia de Sonia Sotomayor, jueza de la Suprema Corte de Justicia, quien hablará de su Just Ask! Be Different, Be Brave, Be You, libro ilustrado por el magnífico trabajo del artista Rafael López, que reafirma temas de diversidad e identidad.
La industria del libro
Pero una feria del libro no se trata solamente de escuchar a autores y saber cuáles son las novedades literarias del momento: es la oportunidad de repensar a la literatura en el contexto político-económico de la industria del libro impreso. Es poner la mirada en las muchas fuerzas, actores y dinámicas que hay dentro del mercado, las mismas que les hacen un guiño a todos aquellos que en algún momento aseguraron que el formato digital terminaría por remplazar al impreso. Al parecer no fue así, por lo menos en el contexto de los Estados Unidos, donde se estima que las más de 2,600 casas editoriales tienen una derrama para el país de alrededor de 25 billones de dólares.
Otro participante importante en la gestión de la cultura literaria y con una presencia importante en la TBF y en otras ferias de esta importancia son los agentes literarios. Esta pieza, casi invisible para el lector, funciona como un intermediario entre el autor y las editoriales, facilitando que los primeros logren buenos contratos, abriendo nuevos mercados, visibilizando y promocionando las obras. Son para muchos un filtro más que pasar, pero para otros un aliado imprescindible. En la TBF moderadores y voluntarios tienen muchas veces que tratar con el agente antes qué con el autor mismo, con lo cual se añade un eslabón más en la larga cadena. Otro participante al que el festival nos acerca es al librero mismo, especialista o curador capaz de recomendar y llevar paso a paso al lector que necesita ayuda seleccionando su lectura. Esta figura legendaria que se acerca a la del bibliotecario, se ha transformado en las últimas décadas para satisfacer otras demandas de la industria, pero sin perder su gran atributo: su experiencia como lector y profesional. En Austin, Book People, la famosa tienda de libros y proveedor oficial de la TBF, conserva esta magia del librero como consejero que todo lo sabe y todo lo encuentra, pero que también guía dentro de su propia visión la lectura. Es pertinente llamar la atención al aspecto de que sumar a esta legendaria bookstore a la feria y no a cadenas corporativas como Barnes&Noble, refrenda una de las consignas de los austinitas: consumir lo local.
Los beneficiarios
El Texas Book Festival se beneficia en parte de fondos del sistema público de bibliotecas, además de los donativos de los ciudadanos en general, y de aportaciones de casas editoriales y vendedores. Aunque sus recursos no son excesivos, se busca que haya suficiente para donar más de 12000 libros a escuelas Title I a través del Reading Rock Stars Program. De igual forma, desde 1996 la feria ha otorgado más de 1,100 premios a alrededor de 600 bibliotecas, con un total de $3 millones de dólares, con lo que se redondea la misión original en el momento de su fundación: educar y promover a los escritores y la lectura de sus obras.
Es incuestionable que hablar de un evento como el Texas Book Festival es hablar de industria y mercado, pero también de la oportunidad de abrir nuevas posibilidades para acercarse a una gran infinidad de temas. La feria es el espacio capaz de erigir nuevas relaciones desde donde repensar las múltiples voces que forman parte de la literatura contemporánea y cómo los escritores dirigen su mirada para interpretar el momento actual.
Un versión de este texto puede encontrarse en la revista Reporte Austin