Lo que la vida le robó a La Calaca

 

 

No recuerdo a La Calaca.

Mi abuela me contaba que tenía tez morena y unos círculos obscuros alrededor de sus ojos.

-¿Era flaquito? 

-No. Era regordete y le faltaban dientes. Así lo tenía la diabetes.

 

La Calaca vivía en una casita que mi Wela tenía cerca de Los Ángeles.

Se mantenía de un puesto de taquitos, caídos del cielo, que nunca probé.

Era hombre bueno y humilde. Bendito entre su esposa e hijas.

Todas mujeres casadas, menos la más chiquilla, su bebé.

 

Pero ni La Santa Muerte se apiadó de La Calaca.

Ella se la vive entre hombres con balas que le han robado la inocencia a la ciudad.

Un día se llevaron a la coyotita cuando iba saliendo del CBTIS.

Ni en los montes altos ni en el Río Bravo se la puede localizar.

 

Y así es como le robaron la vida a La Calaca.

Nadie sabe de la Lupita. Ni el cura, ni las brujas ni la poli estatal.

La gente no habla; baja la mirada cuando se les pregunta.

Sienten escalofríos; tienen miedo que a ellos también se los puedan levantar.

 

La Calaca ya no sale. Sus rezos no llegan al cielo y postrado a su cama está.

Se le han caído los dientitos, la barriga, y la vista poco a poco se le va.

 

(Escrito por Ashley N. García)

Juan Pablo Cantu owns the image used at the top of the post, originally used in the short film Volver (2016). It has been published here with his permission. 

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