Cuando callan las estrellas (2018) es la primera novela de la romní Sally Cortés.[1] Preceden a su publicación, dos obras de teatro producidas por la Asociación Arakerando: Caminos rotos (2015), basada en los momentos más relevantes de la historia romaní en España desde su llegada en 1425; y Memorias de una Gitana (2016), sobre una joven que descubre, en un diario que recibe como herencia, el amor secreto de su bisabuela.
La novela Cuando callan las estrellas se desarrolla en un futuro distópico posterior a la Tercera Guerra Mundial. Narrada desde el punto de vista de sus protagonistas, relata el romance entre Serena, una “gypsia” de 22 años, y Marcos, el heredero de un emporio hotelero. Todos los días, Serena se traslada desde el gheto hacía el Sector 1, donde trabaja como asistente en un estudio de fotografía. Es gracias a Miguel, el director del estudio, que Serena conoce a Marcos. Tras el asesinato de sus padres a manos de radicales, Serena se convierte en el sustento de su hermana y abuela. Marcos y su padre, por su parte, son simpatizantes de un grupo de supremacistas blancos. Su relación expresa el desencuentro entre dos facciones que se distinguen por su origen étnico, características fenotípicas y nivel socioeconómico. Estas diferencias les acercan y alejan, y generan enfrentamientos que ponen en peligro la vida de Serena. El final de esta historia queda en suspenso para dar lugar a una segunda parte.
Este relato se encuadra en el género conocido como Chick-Lit. El estilo y lenguaje con que se expresa la autora es pertinente para la audiencia a la que se dirige; con una mezcla de elementos ligeros y de índole reflexiva. Por un lado, Cortés denuncia el racismo y la marginación a la que se enfrenta la comunidad romaní en Europa. En este sentido, existen similitudes entre el contexto de la novela y la Alemania nazi. Por ejemplo, los personajes que impiden esta relación son Ian, un radical rebelde con características de skin-head, y Aria, la pelirroja ex-novia de Marcos. Por otro, es una historia de amor prohibida en la que abundan las descripciones de encuentros íntimos.
Al escribir una novela en la que el erotismo y el deseo son una parte importante de la narrativa, Cortés está mostrando una forma de ser romní que se aparta de la imagen hegemónica de la gitana.[2] La autora hace un buen trabajo al exponer los deseos sexuales de la protagonista, sin faltar a las normas morales que señalan los árbitros de las buenas costumbres. Se apropia de la capacidad de erotizar a través del lenguaje, expresa placer sin aparente censura y se refiere al cuerpo de los que se aman de manera orgánica.
Cortés intenta desligarse de las imágenes previas creadas por la literatura y los medios. Concibe el personaje de una gitana disciplinada, comprometida con su familia y exitosa en el trabajo. Una mujer que toma sus propias decisiones, al tiempo que respeta la opinión de su abuela. Quizá el punto ciego en la escritura de Cortés yace en la utilización de artilugios como el misterio y la magia para amenizar su prosa. Sobre todo al expresarse sobre el orígen de su pueblo, los “gypsios”, como descendientes de las estrellas. La lectura de estos párrafos me lleva a pensar que la autora pudiese estar atrapada en una espiral envolvente en la que se encuentra inmersa como sujeto poscolonial,[3] que intenta liberarse de la ficción de ser gitana, pero se ve succionada de nueva cuenta hacia el interior del remolino.
Pocas veces la voz de una mujer romaní ha quedado plasmada en la literatura, por lo que el esfuerzo de Cortés debe reconocerse.[4] Existe la posibilidad de que hubiese alguna romní de orígen español que le anteceda, que haya publicado alguna obra corta que quedó en el olvido. No por esto deberíamos llegar a conclusiones fáciles sobre la inexistencia de una obra lírica romaní en España, porque hay incontables coplas de flamenco compuestas por romnia. Barbara Christian, Gloria Anzaldua y Paule Marshall reflexionan sobre cómo el lenguaje de mujeres pertenecientes a grupos marginados no se adecúa a las formas hegemónicas, sino se enuncia a partir de juegos de lenguaje, proverbios, canciones, etc. Cortés lo hace a través de los medios a su alcance. Será recordada por haber imaginado y concretado esta obra que se refiere a sujetos en gran parte ignorados. Espero que inspire a otras mujeres romaníes a expresar sus ideas a través de la escritura.
[1] En el siguiente texto utilizaré los sustantivos romní (rromní) y romnia (rromnja) para expresarme sobre una mujer o grupo de mujeres que se identifican como romaníes. Usaré el adjetivo o sustantivo gitana para referirme a su imagen, por ser un exónimo basado en la idea errada de que provienen de Egipto. Aunque grupos activistas han reapropriado el uso del termino gitano, decido hacer esta distinción para establecer una separación semántica entre la población y su imágen.
[2] La gitana presente en la narrativa de Lope de Rueda, Cervantes, Merimée y en filmes como Carmen y Lola (2018). Una imagen que va desde el cliché de la diosa de la seducción presente en el personaje de Esmeralda en El jorobado de Notre Dame de Victor Hugo hasta la representación que hacen los medios y algunas ONGs de las romnia como esclavas del patriarcado gitano.
[3] La historiadora Sarah Carmona critica el uso del concepto de colonización/ poscolonización -y por consiguiente sujeto poscolonial- en referencia a lo romaní, por expresar la dominación de territorios habitados por grupos indígenas.
[4] Paola Toninato en Romani Writing: Literacy, Literature and Identity Politics (2014) hace refrencia a la obra de algunos autores romaníes de orígen español como: José Heredia Maya, Nicolás Jimenez, Agustín Vega Cortés, y Joaquín Albaicín (84). Toninato no menciona a escritoras romaní que escriban en español.