Eso es lo que se expresa en la marcha como forma del presente: el fragor del presente es una deuda con el pasado, con el modus operandi de quienes nos gobiernan. El fragor del presente es la manera en la que tramitamos un duelo colectivo.
La ciudad se desbarata alrededor de mi casa. Me llegan los ruidos de una violencia que atenta contra cuerpos dolidos, rabiosos o esperanzados. Horas antes, salí con un grupo de bailarines a hacer una marcha fúnebre. El dolor es un punto de encuentro. Esos bailarines ocuparon las calles porque no hay otra manera de protestar contra la muerte sino con el cuerpo. Es miope pensar que lo que nos convoca es solo una reforma u otra u otra. Las reformas son mensajes de los gobernantes, que nos dicen qué lugar ocupamos los de a pie en su modelo de país. En ese modelo siempre somos excluidos. Pero lo que nos convoca va mucho más allá de una firma presidencial, lo que nos convoca es la conciencia sobre cómo estamos habitando el país: con vergüenza, con miedo, con sospecha, con dolores históricos. Eso es lo que se expresa en la marcha como forma del presente: el fragor del presente es una deuda con el pasado, con el modus operandi de quienes nos gobiernan. El fragor del presente es la manera en la que tramitamos un duelo colectivo. «¿Qué es la vida cuando ya no se puede confiar en que el cuerpo logre adecuarse al flujo constante de nuevas provocaciones y géneros de lo confiable, pero aun así se debe seguir viviendo, seguir haciendo pie?», plantea Lauren Berlant en «El optimismo cruel». La vida es la continua construcción de formas que nos ayuden a comprender, a tramitar y a reaccionar frente a lo que nos agobia.
Valerie Osorio Restrepo is a PhD candidate at UT-Austin’s Department of Spanish and Portuguese.
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