Kollasuyu
Bolivia
Todopoderoso Viracocha,
Viracocha que está presente,
Viracocha, señor de todo
Dueño de la belleza del mundo,
Que ha creado todo diciendo:
«Que sea el hombre, que sea la mujer,
Y todos los frutos de la tierra»,
¿Dónde te encuentras… en las nubes, en las sombras?
…Recibe esta ofrenda, dondequiera que estés,
¡Viracocha!
«Himno de las ofrendas», Anales Incas.
Chakaltaya
Porque en la cima de esta cumbre nadie llora
sólo ríos fustigados de tristeza
surcos serpentean el hielo
y el rastro de ceniza que derrite este glaciar:
el fuego aymara galopa su tiempo inquebrantable
cuento la grieta de esa larga pausa con un quipu colorido
aquí y ahora la flor sobre su antigua cruz
¿Qué labio famélico se abre en el festejo del octavo mes
para que esta Tierra lo devore todo?
mi cuerpo tu sangre
un dolor que ha caminado a través de incienso
un humo que nació de esta arcilla impropia y fría
paja ocre y dorada que alimenta los hornos minerales
pasto altiandino entre la más pedregosa inanición
barbechos donde planto las simientes que no germinarán
Porque en la cima de esta cumbre la luz es diferente
aunque siempre es una exacta luz atravesando los deshielos
una misma claridad gammacautiva en esa atmósfera
un fulgor violáceo altisonoro que deslumbra
En esta orilla filosófica
hincada en el asombroso último de las montañas
tranquilo es el cenit que contempla esa mujer
sus mejillas ásperas poseen rubores sangrantes
mientras caen las livianas escarlatas de un embrión auquénido
sobre la estepa
degollados guanacos y vicuñas en el mapa rojo de esta ofrenda
su voz rasgando invoca la opulencia
el blanco andino y la amargura
(invierno que forja carbón y filigrana)
el blanco andino y el cristal regado
(flama inextinguible su pureza sacraliza todo estrato)
el blanco andino y el lago que oscurece en cada atardecer
(la diosa viaja siglos y atraviesa selvas)
el blanco andino y los autos con sus flores amazónicas prendidas del retrovisor
(la aymara se retrata junto a un muñeco de nieve)
el blanco andino y el sacrificio a esta cruzserpiente
(el aymara riega alcohol y abrasa las columnas de oscura y rancia carne
un Cristo repta en el vitral arenoso de la iglesia)
el blanco andino y aquellas lágrimas rodeando imperceptibles tu silencio
(en los días que fuimos soles trashumantes)
el blanco andino transfigura en amarillo luz
¿En qué lengua hablan tus dioses y mis dioses
qué agua misteriosa los contiene
cuándo estallará su sinfonía salida del caracol
por qué montaña transitan las semillas
las vasijas y sus tiestos donde labrar los nuevos rostros?
¿Ese peregrinaje es aún el nuestro
las luciérnagas se apostan en cada espiga
y así el aire flagela nuestra piel?
Porque la noche y el día están vacíos
camino la cima con el soplo de quien muere fulminado
por la veta de una oscura mina
por la nube que es sombra y plasma tatuada eternamente
Apago el resplandor
para no mirar el gesto de mi carne abierta:
esos minerales sin ayunos
esos humos creciendo como filos de metal contra el amor
Quiero libar a las deidades pétreas
con esa chicha fermento de maíz podrido
con ese tu brebaje espiritual desbordando desde un keru:
en los ceremoniales vasos que luego quebraremos
contra las rocas
ch´allar el jugo derramado de las ollas
ofrendar los tiestos
con vibrante alcohol entre sus pies y hasta la médula
Quiero unir sus viejas ropas con las hebras de la zoología
que avanza lenta por los Andes
que rumia cualquier yerba altisonora
Quiero llorar su derrota y su conquista
desde esta ladera del mundo.
Kalasasaya o las piedras erguidas
Aún las piedras erguidas de la soledad en esta pampa
el profundo aire que habita los pasillos
caras pétreas en un templo de paredes ocre mineral
Aún así extiendo los brazos a distancias que no puedo mirar:
caigo sin ir cayendo por esta áspera cumbre
sostengo la hostil navaja en mi mano
(con la otra escucho el corazón y sus rugidos):
Es ésta una tierra donde no nací
su desfile polvoriento no me importa
sus imperios restaurados del racismo inverso me son indiferentes
(también con esta mano detengo las injurias
que erosionan mi boca deshielo triste de los Andes)
Aún la Chakana da el Sur y sus misterios
esa cruz vencida
un poco hacia la noche un poco hacia la nada
Jach’a Qhana:
un solo resplandor entre los mundos
nido de los cóndores que sobrevuelan la estepa lunar
fulgor incandescente que es rosa de los vientos y es cráter
Es éste el Altiplano donde no he vivido
sus sangrantes cabecitas sobre el muro rojo me deleitan
poso en todos los retratos junto a cada rictus
ajado por el alfarero esclavo
A distancias que no quiero mirar
las piedras verticales peregrinan con el más dócil cautivo
resplandece la estela en su simiente
vestida cual figura de andesita
(el águila la pluma el cóndor la vicuña)
Aún el fraile monolito acicala sus cangrejos
(un poco gordo por los años y sus dedos torcidos por artritis)
a veces llora en arenisca peces
y su agua colma cada gárgola
limpia las columnas abre la puerta al inicio temporal del Sol:
así de primavera el equinoccio
Aunque los dioses
que serenos observan las estrellas
espían el orbe con su oído colosal
(un tímpano secreto entre las rocas)
y en cada estancia de este templo
mi voz resuena expandida y pesarosa:
es ésta una tierra donde no nací
su desfile polvoriento no me importa
sus imperios restaurados del racismo inverso
me son indiferentes.
Xopantlan
Nimocehuihtoc xochitlan
ni tzintlayohua campa tlahuilli patlanih tlahtlayohua
nicnehnehuilia tlaahuetziliztli quiixhualtia pilteoxihuitztitzin
nouhquiya nitemiqui huanya nonanan:
inahnahualiz axnechmaca
huan poctli quentzin totonic tlen nechtlahtlania ma nicpopochhui itlacayo.
Zan cequin tonatiuh tlen cueciuhtoc ohtli
pan nochipan tzopelic huan yeccaquiztiliztli xochitlahtolli
totohuicaliztli tlen zanoc quichichilihuiltia elhuicatl:
cahuitl quemman tlahuilli calaqui tlen ni tlaltepactli.
Tiempo de lluvia
Sentada entre las flores
en este lugar oscuro donde las luces vuelan cada noche
pienso en la lluvia que empuja los pequeños brotes sagrados
sueño también con ellos y mi madre:
su abrazo que no existe
y el humo tibio que me pide esparza por su cuerpo.
Sólo algunos días de batallas tristes
en que habita la poesía dulce y sonora,
el canto de los pájaros apenas enrojeciendo el cosmos:
es la hora cuando la luz se agota de esta tierra.